viernes, 20 de marzo de 2009

Un chocolate caliente

Por las calles de la comuna de Santiago, en lo que algunos llaman como el "downtown" (yo aún lo llamo "el centro"), se haya la calle Mosqueto, una pequeña calle que parte por el costado sur del Museo de Arte Moderno hasta la calle Merced. Es parte de los sectores residenciales, casi la antesala del Barrio Lastarria y del Parque Forestal, conjugando uno de los sectores apacibles y urbanísticamente lindos de la comuna.
Es una calle que a pesar de sus intersecciones, las calles Merced y Monjitas con su alto tráfico, posee una tranquilidad y comodidad que no se ve menoscabada por el trajín de los vehículos que la cruzan por las calles que antes les mencionaba.
Posee un comercio variopinto (incluye un salón de pool, una peluqueria y hasta un motel entre otros), pero me detendré en los que le han entregado a Mosqueto su propia identidad. Justamente entre las intersecciones de Monjitas y Merced se encuentra una serie de cafés realmente especiales. Si mi memoria no me falla, son 3 los locales cuya oferta les ha hecho merecedores de una clientela fiel a lo largo de los ya varios años que llevan instalados ahí. 2 destacan por poseer un valor agregado que los distingue del común de los locales, uno, el que junto con su oferta para servirse, se venden variadas y bellas flores, y el otro, una variada cantidad de libros que se pueden leer mientras se degusta lo ofrecido en la carta, y cuyo nombre es el mismo de la calle, el Café Mosqueto, ahí nos detendremos....
Por mucho tiempo y en varias ocasiones transité por esa calle, y pasaba por afuera del Mosqueto, y en aquellas pasadas nunca pensaba por entrar a servirme algo, y fue gracias a el comentario de una amiga, que hizo que me acercara al local.
En carta imaginaríamos todo lo que uno puede pensar encontrar, una amplisima oferta de té y de café, dulces, pasteles, jugos, puras delicias para disfrutar desde una rica once hasta para poder conversar gratamente un café. Se escucha música que es la justamente apropiada para las ocasiones en que se visita el local, y como mencionaba anteriormente, una simpática biblioteca para poder leer en cómodos sillones junto a un té o lo que uds. deseen.
Es un café muy acogedor, con mesas tanto dentro como fuera del local, con sus respectivos quitasoles para los días de sol y rodeado de plantas que le otorga un ambiente que permite sentirse separado de la calle aunque uno este fuera sirviendose algo.
Tiene un aroma especial, una acogida diferente, como sentirse en un local familar, las horas pueden pasar desapercibas si junto con lo que uno se sirve se comparte una agradable conversación, ya que es como si ese fuera el deseo de sus dueños y de quienes lo atienden, entregarnos un lugar donde uno pueda ir a conversar, y no ha hablar, un lugar donde se pueda estar tranquilo, sin apuros, y compartir una conversación, una de aquellas que se pueden asemejar al vino, ya que después de tenerla, deja un sabor especial en nosotros.
Por eso mismo, no es lugar al que se deba ir para servirse algo al paso e irse a otra parte, es un lugar que en su conjunto se disfruta, se debe ir al Café Mosqueto.
Espero con ansias la llegada de los días otoñales e invernales para ir a servirme algo en particular (y mi opcíon favorita para esos días), un exquisito chocolate caliente submarino, con su barra de chocolate del alto del tazón derritiendose poco a poco. Una tarde de invierno, con su inevitable frío, ya oscuro, con la humedad típica de la estación, la compañía que nos permite una conversación, y si le agregamos una leve lluvia sería la perfección; pero todo siendo matizado con un chocolate caliente, sería (y es, se los aseguro), uno de aquellos instantes realmente imperdibles de aprovechar y disfrutar.
Un chocolate caliente, una conversación, en fin, uno de esos pequeños gustos que dejan mucho en uno.

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